Libros del Rincón


Segundo final


Aquel día llovieron sombreros.

Al día siguiente llovieron paraguas.

Al otro cajas de bombones. Y después, sin interrupción, llovieron frigoríficos, lavadoras, tocadiscos, cubitos de caldo en paquetes de cien, corbatas, pasteles, pavos rellenos. Por último, llovieron árboles de Navidad cargados de toda clase de regalos. La ciudad estaba literalmente inundada por todas aquellas riquezas. Las casas rebosaban. Y los comerciantes se sintieron fatal, pues habían esperado ansiosamente las semanas de las fiestas para hacer buenos negocios.


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