Libros del Rincón


Primer final


De repente se oyó un enérgico timbrazo.

—¿Quién es?

—¡La fuerza pública!

Gracias al cielo eran los carabineros. Un vecino, alarmado por las explosiones, les había llamado.

—¡Quietos todos! ¡Manos arriba! ¡Documentación!

—Gracias —suspiró el doctor Verucci, derrumbándose sobre su amado diván. Gracias, llevénselos a todos. ¡No quiero ver a ninguno! Todos son sospechosos.

—¿También la señorita?

—También ella. No tenía ningún derecho a traerme a casa todo este jaleo.

—De acuerdo, doctor Verucci —dijo el comandante de los carabineros—, tiene usted derecho a su vida privada. Les llevaré a todos a la cárcel. ¿Quiere que le prepare un café?

—Gracias, ya me lo hago yo. Pero sin cafeína porque si no no puedo dormir.


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