Libros del Rincón


LOS PRIMEROS DÍAS


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LOS PRIMEROS DÍAS, los que siguieron a la reanudación del viaje, el nahual de Quetzalcóatl se mostraba intranquilo, muy nervioso. No daba muchos pasos sin volver la vista atrás, siempre temiendo que algunos dispersos pinacates hubieran ido con el chisme y la denuncia. Podía casi mirarlos rascando los oscuros portones de la casa del señor y la señora de los muertos:

—El nahual de Quetzalcóatl ya regresó, mis amos.

—Nunca se fue, mis amos.

—Estaba escondido, mis amos, detrás de un matorral.

"Si esto llegara a ocurrir...", pensaba el nahualito, y con miedo, con muchísimo miedo, volvía a mirar atrás... "Si esto llegara a ocurrir —se repetía—, Quetzalcóatl no obraría con violencia; porque su dios, siendo como era, omnipotente y muchas veces más poderoso que los ridículos señores de los muertos, rechazaba la violencia. Entonces la araña y el de cara de leño se acercarían a él, al nahual, y le quemarían la lengua sonrosada, le cortarían las orejas y luego las patitas, agarrarían su cola y, tomando mucho vuelo, lo lanzarían por los aires, no a sumarse a los ejércitos del Sol, integrados por los nobles y por los guerreros invictos, valerosos, no; ni siquiera a agregarse a las mujeres fallecidas en el parto, que también sirven al Sol; ni al Tlalocan, delicioso paraíso en donde los muertos liban las mieles de mil flores, no; o juegan y cantan, y danzan y se bañan en el agua transparente, tibia, de las pálidas fuentes y de los rubios manantiales, en compañía de los tlaloques, los pequeños, los juguetones enanitos hijos de Tláloc, no, no. Lo que harían sería enviarlo a ese infierno tan horrible en donde uno se pudre y no se pudre, ¡ay!; en donde uno se ahoga y no se ahoga, ¡ay, ay!; en donde uno se quema y no se quema nunca, nunca, nunca, porque nunca se consume...

¡Oh, sí, cómo sufrió el pobre nahualito imaginando desgracias y torturas! Hasta que poco a poco, y no habiendo dolores ni aflicciones que eternamente duren, con el buen humor y la cercanía de su amo, fue recobrando la confianza, hasta volver a ser el perrito feliz que siempre había sido.


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