Libros del Rincón


Una fiesta de Kinding


LO QUE Camila vio fue mágico de verdad.

La casita estaba reluciente, no sólo por lo limpia que la habían dejado ella y la abuela, sino porque todo estaba preparado para una gran fiesta, tenía un brillo especial y además, algo se movía:

De la chimenea iba saliendo un duendecito rojo, de uno de los muebles de la cocina salió uno azul, debajo de las camas asomaban las cabezas del amarillo y el púrpura, y en la lámpara de la sala, se columpiaba muy contento el duende a rayas.

Fue tal la sorpresa de Camila que abrió las manos y dejó escapar al duende verde. Lo que vio después fue muy conmovedor: El gran abrazo de los hermanos y la fiesta de cumpleaños más ruidosa y animada que se le pudiera ocurrir.

Hubo piñata, cantaron y bailaron, hicieron un concurso de mentiras que ganó el duende de rayas cuando contó que había vencido al ogro Pantagruel metiéndose en su estómago escondido en una galleta de animalitos; contaron chistes de duendes y chismes de todas las brujas de la comarca. Imitaron a los seres humanos que conocían y se desternillaron de risa hablando de las travesuras que les habían hecho.

Después, cenaron sus platillos favoritos, que son los que se sirven tradicionalmente en la fiesta de Kinding: Rampikut, que es una sopa de hongos y raíz fuerte; Ntik, que se hace como un asado, pero en lugar de carne se pone una nuez grande; tortas de miel y de postre el néctar de las más hermosas flores, recogidas en el propio jardín de la abuela.

Camila descubrió que la vida de los duendes es larga y divertidísima y decidió que un día se dedicaría a escribir cuentos de duendes.

El último en contar su historia fue el duende verde. Cuando empezó a hablar del agujero negro, Camila se dio cuenta de que eran las dos de la mañana, que tenía muchísimo sueño, y que aún no tenía el regalo de su mamá. Entonces dijo con mucha energía:

—Duende verde, ¡dame el agujero negro!

—No te lo daré —contestó el duende—. Lo que tú no sabías es que soy un duende muy tramposo.

El duende rojo lo aclaró todo cuando, riéndose, dijo:

—Su verdadero nombre no es duende verde sino "El Gran Trampas" —y todos se rieron de ella.

Camila se enojó tanto que, sin pensarlo dos veces, tomó su red de cazar mariposas y atrapó con ella a los duendes.

—Los atrapé, tramposos, y ahora sí vamos a hacer el cambalache.

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Los metió en un gran frasco.

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—Yo necesito un buen regalo para mi mamá. Si no me lo dan, voy a envolver este frasco y le daré seis duendes encantadores en vez de uno.

Muy decidida tapó el frasco y fue a buscar cintas de colores para adornarlo.


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