Libros del Rincón


Segundo final


Pinocho se enriquecía más cada día, y cuanto más se enriquecía más avaro se hacía. El «sugeridor», que se cansaba inventando nuevas mentiras, hacía algún tiempo que le pedía un aumento de sueldo. Pero él siempre encontraba una excusa para negárselo:

—Usted en seguida habla de aumentos, claro. Pero ayer me ha colado una mentira de tres al cuarto; la nariz sólo se me ha alargado doce milímetros. Y doce milímetros de madera no dan ni para un mondadientes.

—Tengo familia —decía el «sugeridor»—, ha subido el precio de las patatas.

—Pero ha bajado el precio de los bollos, ¿por qué no compra bollos en vez de patatas?

La cosa terminó en que el «sugeridor» empezó a odiar a su patrón. Y con el odio nació en él un deseo de venganza.

—Vas a saber quién soy —farfullaba entre dientes, mientras garabateaba de mala gana las cuartillas cotidianas.

Y así fue como, casi sin darse cuenta, escribió en una de esas hojas: «EI autor de las aventuras de Pinocho es Carlo Collodi».

La cuartilla terminó entre las de las mentiras. Pinocho, que en su vida había leído un libro, pensó que era una mentira más y la registró en la cabeza para soltarsela al primero que llegara.

Así fue como por primera vez en su vida, y por pura ignorancia, dijo la verdad. Y nada más decirla, toda la leña producida por sus mentiras se convirtió en polvo y serrín y todas sus riquezas se volatizaron como si se las hubiera llevado el viento, y Pinocho se encontró pobre, en su vieja casa sin muebles, sin ni siquiera un pañuelo para enjugarse las lágrimas.


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