Libros del Rincón


Primer final


Al primer acorde de la guitarra los pastores alzaron los bastones y silbaron a los perros.

—¡Fuera de aquí ¡Fuera en seguida!

—¡Atrapa, Fido! ¡Muerde, Lupo!

—Vamos, muchachos: vamos a enviarles a su país.

—Mejor les mandamos a la...

El piel roja, sin retroceder un paso, agitó su hacha de guerra.

—Yo estar preparado —dijo—, ¡Augh!

Pero el aviador no pensaba igual.

—¡Vamos!, no merece la pena hacer una carnicería. Salta al aparato, muchacha. Y también tú, Toro Sentado, ven aquí. El motor está en marcha. ¿Estamos todos? ¡Nos marchamos!

El pequeño aparato despegó del Nacimiento con un zumbido y empezó a revolotear por la habitación.

—¿Dónde vamos? —preguntó la chica, apretando la guitarra contra el pecho por miedo a que el viento del vuelo se la arrebatase.

—Conozco una caja magnífica donde se estaba muy tranquilo.

—También yo la conozco.

—Yo también saber. ¡Augh!

—Entonces, ¡augh! ¡A la caja! Ahí abajo está, todavía está abierta, menos mal. Nos divertiremos por nuestra cuenta, lejos de esos ignorantes.

—¡Augh! —dijo otra vez el piel roja. Pero no parecía satisfecho del todo.


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