Libros del Rincón


Segundo final


Al primer acorde de la guitarra los pastores agitaron sus bastones amenazadoramente.

—Está bien, está bien —suspiró la chica—.

No os gusta la guitarra. Ya veis, la hago pedazos. Pero, por favor, llamad a los perros antes de que me desgarren los pantalones.

—¡Muy bien, así se hace! —aprobó la viejecita de las castañas—. Ven, te daré unas castañas.

—Primero —dijo la chica— déme un poco de harina. Teñiremos de blanco a Toro Sentado, así los pastores ya no se pondrán nerviosos al mirarle.

—Buena idea —dijeron los pastores—. Pero ¿está hocico rojo de acuerdo?

—Augh —dijo el piel roja. Y se dejó teñir de blanco tranquilamente.

—¿Y el aeroplano? —preguntaron los pastores.

—¿Sabéis lo que vamos a hacer? —sugirió el aviador—. Le prenderemos fuego y así nos calentamos.

—También es una buena idea: además la noche es fría.

El fuego llevó por fin la paz al viejo Belén. Y los pastores bailaron la tarantella al son de sus flautas en torno al fuego.


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