Libros del Rincón


Tercer final


De repente... el doctor Verucci deja de gritar como un insensato.

¿Había comprendido?

Si, había comprendido.

¿El qué?

Que no basta con cerrar la puerta de casa para dejar fuera al mundo, la gente, sus dolores, sus problemas.

Que nadie puede gozar verdaderamente de las alegrías de la vida cuando sabe —y un televisor es suficiente para hacérselo saber— que hay gente que llora, sufre y muere, cerca o lejos, pero siempre en este mundo, que es uno solo para todos, nuestra casa común.


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