Libros del Rincón


Por el río de chocolate


—¡Allá vamos! —gritó el señor Wonka—. ¡Daos prisa, todo el mundo! ¡Seguidme a la próxima sección! Y, por favor, no os preocupéis por Augustus Gloop. Ya saldrá con la colada. Todos acaban por salir. ¡Tendremos que hacer la próxima etapa del viaje en barco! ¡Aquí viene! ¡Mirad!

Una vaporosa neblina se levantaba ahora del río de chocolate caliente, y de la neblina surgió súbitamente un fantástico barco de color de rosa. Era un gran barco de remo con una alta proa y una alta popa (como un antiguo barco vikingo), y de un color rosa tan brillante, tan fulgurante y vistoso, que parecía estar hecho de cristal. Había muchos remos a ambos lados de la nave, y a medida que ésta se fue acercando, los observadores de la orilla pudieron ver que los remos eran accionados por grupos de Oompa-Loompas —al menos diez de ellos por cada remo.

—¡Este es mi yate privado! —exclamó el señor Wonka, sonriendo de placer—. ¡Lo he construido vaciando un enorme caramelo de fresa! ¿No es hermoso? ¡Mirad cómo navega por el río!

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El brillante barco de caramelo de fresa se deslizó hasta detenerse a la orilla del río. Cien Oompa-Loompas se apoyaron sobre sus remos y contemplaron a los visitantes. Entonces, de pronto, por razones sólo conocidas por ellos mismos, estallaron en grandes carcajadas.

—¿Por qué se ríen? —preguntó Violet Beauregarde.

—¡Oh, no os preocupéis por ellos! —exclamó el señor Wonka—. ¡Siempre se están riendo! ¡Creen que todo es una broma colosal! ¡Subid al barco! ¡Vamos! ¡De prisa!

En cuanto todo el mundo hubo subido a bordo, los Oompa-Loompas empujaron el barco hasta alejarlo de la orilla y empezaron a remar rápidamente río abajo.

—¡Eh, tú! ¡Mike Tevé! —gritó el señor Wonka—. ¡No lamas el barco con la lengua, por favor! ¡Lo único que conseguirás es ponerlo pringoso!

—¡Papá —dijo Veruca Salt—, quiero un barco como éste! ¡Quiero que me compres un barco de caramelo de fresa exactamente igual al del señor Wonka! ¡Y quiero muchos Ooompa-Loompas que me lleven de paseo, y quiero un río de chocolate, y quiero... quiero...

—Lo que quiere es una buena zurra —le susurró a Charlie el abuelo Joe.

El anciano estaba sentado en la popa del barco, y junto a él se hallaba el pequeño Charlie Bucket. Charlie agarraba firmemente la huesuda mano de su abuelo. Estaba muy excitado. Todo lo que había visto hasta ahora (el gran río de chocolate, la cascada, los enormes tubos de succión, las colinas de caramelo, los Oompa-Loompas, el hermoso barco de color de rosa y, sobre todo, el propio señor Willy Wonka) le había parecido tan asombroso que empezó a preguntarse si era posible que quedasen aún muchas más cosas de las que asombrarse. ¿A dónde irían ahora? ¿Qué verían? ¿Y qué sucedería en el próximo recinto?

—¿No es maravilloso? —dijo el abuelo Joe, sonriéndole a Charlie.

Charlie asintió y sonrió a su vez.

De pronto, el señor Wonka, que estaba sentado al otro lado de Charlie, alargó el brazo hasta el fondo del barco, cogió un gran tazón, lo hundió en el río, lo llenó de chocolate y se lo dio a Charlie.

—Bébete esto —dijo—. ¡Te hará bien! ¡Pareces estar hambriento!

Luego el señor Wonka llenó un segundo tazón y se lo dio al abuelo Joe.

—Usted también —dijo—. ¡Parece un esqueleto! ¿Qué ocurre? ¿Es que no han tenido mucha comida en su casa últimamente?

—No mucha —dijo el abuelo Joe.

Charlie acercó el tazón a sus labios, y a medida que el espeso chocolate caliente descendía por su garganta hasta su estómago vacío, su cuerpo entero, de la cabeza a los pies, empezó a vibrar de placer, y una sensación de intensa felicidad se extendió por él.

—¿Te gusta? —preguntó el señor Wonka.

—¡Es maravilloso! —dijo Charlie.

—¡El chocolate más exquisito que he probado nunca! —dijo el abuelo Joe, chasqueando los labios.

—Eso es porque ha sido mezclado en una cascada —le dijo el señor Wonka.

El barco siguió navegando río abajo. El río se iba volviendo más estrecho. Delante de ellos había una especie de oscuro túnel —un gran túnel redondo que parecía la boca de una inmensa tubería— y el río se dirigía directamente a él. ¡Y también el barco! «¡Seguid remando!», gritó el señor Wonka, saltando y agitando su bastón en el aire. «¡A toda marcha!» Y con los Oompa-Loompas remando más de prisa que nunca, el barco se introdujo en el oscurísimo túnel, y todos los pasajeros lanzaron un grito de placer.

—¿Cómo pueden saber adónde van? —gritó Violet Beauregarde en la oscuridad.

—¡No hay modo de adivinarlo! —gritó el señor Wonka, muriéndose de risa.

«¡No hay modo de adivinar

Qué rumbo van a tomar!

¡Imposible averiguar

Dónde nos van a llevar

O el río a desembocar!

Ni una luz se ve brillar,

El peligro va a llegar!

Los remeros a remar

Se dedican sin cesar

Y, por cierto, sin mostrar

Signos de querer cejar...»

—¡Ha perdido la cabeza! —gritó uno de los padres, asombrado, y los demás se unieron al coro de aterrados gritos—. ¡Está loco! —gritaban.

—¡Está loco!

—¡Demente!

—¡Pirado!

—¡Lunático!

—¡Chalado!

—¡Tocado!

—¡Furioso!

—¡Maniático!

—¡No, no lo está! —dijo el abuelo Joe.

—¡Encended las luces! —gritó el señor Wonka. Y de pronto las luces se encendieron, y el túnel entero se iluminó, y Charlie pudo ver que realmente estaban dentro de una gigantesca tubería, y que las grandes paredes curvadas de la tubería eran de un blanco purísimo y estaban inmaculadamente limpias. El río de chocolate fluía a toda velocidad dentro de la tubería, y los Oompa-Loompas remaban como locos, y el barco navegaba a toda marcha. El señor Wonka saltaba y brincaba en la popa del barco, y les gritaba a sus remeros que remasen aún más de prisa. Parecía adorar la sensación de navegar a toda velocidad a través de un túnel blanco en un barco de color de rosa por un río de chocolate, y palmoteaba y reía y miraba a sus pasajeros para ver si ellos estaban disfrutando tanto como él.

—¡Mira, abuelo! —gritó Charlie— ¡Hay una puerta en la pared!

Era una puerta verde, y estaba empotrada en la pared del túnel justamente por encima del nivel del río. Al pasar por delante tuvieron el tiempo justo de leer lo que estaba escrito en ella: DEPÓSITO NÚMERO 54, decía. TODAS LAS CREMAS: CREMA DE LECHE, CREMA BATIDA, CREMA DE VIOLETAS, CREMA DE CAFÉ, CREMA DE PIÑA, CREMA DE FRESA, CREMA DE VAINILLA Y CREMA PARA LAS MANOS.

—¿Crema para las manos? —gritó Mike Tevé—. ¿No utilizarán crema para las manos?

—¡Seguid remando! —gritó el señor Wonka—. ¡No hay tiempo para contestar preguntas tontas!

Pasaron a toda velocidad delante de una puerta negra. DEPÓSITO NÚMERO 71, decía ésta. BATIDORES: TODAS LAS FORMAS Y TAMAÑOS.

—¡Batidores! —gritó Veruca Salt—. ¿Para qué necesitan batidores?

—Para batir la nata, por supuesto —dijo el señor Wonka—. ¿Cómo se puede batir nata sin batidores? La nata batida no es nata batida a menos que haya sido batida con batidores. Lo mismo que un huevo escalfado no es un huevo escalfado 1 a menos que haya sido robado en el bosque en plena noche. ¡Seguid remando, por favor!

Pasaron delante de una puerta amarilla sobre la cual decía: DEPÓSITO NÚMERO 77. TODOS LOS GRANOS: GRANOS DE CAFÉ, GRANOS DE CACAO, GRANOS DE AZÚCAR Y GRANOS DE ARENA.

¿Granos de arena? —gritó Violet Beauregarde.

—¡Tú tienes la cabeza llena de ellos! —dijo el señor Wonka—. ¡No hay tiempo para discutir! ¡Seguid adelante, seguid adelante!

Pero cinco segundos más tarde, cuando apareció ante ellos una puerta de color rojo brillante, éste agitó súbitamente su bastón en el aire y gritó:

—¡Detened el barco!


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