Libros del Rincón


I. Los juegos de Lilus


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"Lilus Kikus... Lilus Kikus... ¡Lilus Kikus, te estoy hablando!"

Pero Lilus Kikus, sentada en la banqueta de la calle, está demasiado absorta operando a una mosca para oír los gritos de su mamá. Lilus nunca juega en su cuarto, ese cuarto que el orden ha echado a perder. Mejor juega en la esquina de la calle, debajo de un árbol chiquito, plantado en la orilla de la acera. De allí ve pasar a los coches y a las gentes que caminan muy apuradas, con cara de que van a salvar al mundo...

Lilus cree en las brujas y se cose en los calzones un ramito de hierbas finas, romerito y pastitos; un pelo de Napoleón, de los que venden en la escuela por diez centavos. Y su diente, el primero que se le cayó. Todo esto lo mete en una bolsita que le queda sobre el ombligo. Las niñas se preguntarán después en la escuela cuál es la causa de esa protuberancia. En una cajita, Lilus guarda también la cinta negra de un muerto, dos pedacitos grises y duros de uñas de pie de su papá, un trébol de tres hojas y el polvo recogido a los pies de un Cristo en la iglesia de Nuestra Señora de la Piedad.

Desde que fue al rancho de un tío suyo, Lilus encontró sus propios juguetes. Allá tenía un nido y se pasaba horas enteras mirándolo fijamente, observando los huevitos y las briznas de que estaba hecho. Seguía paso a paso, con gran interés todas las ocupaciones del pajarito: "Ahorita duerme... al rato se irá a buscar comida". Tenía también un ciempiés, guardado en un calcetín, y unas moscas enormes que operaba del apéndice. En el rancho había hormigas, unas hormigas muy gordas. Lilus les daba a beber jarabe para la tos y les enyesaba las piernas fracturadas. Un día buscó en la farmacia del pueblo una jeringa con aguja muy fina, para ponerle una inyección de urgencia a Miss Lemon. Miss Lemon era un limón verde que sufría espantosos dolores abdominales y que Lilus inyectaba con café negro. Después lo envolvía en un pañuelo de su mamá; y en la tarde atendía a otros pacientes: la señora Naranja, Eva la Manzana, la viuda Toronja y don Plátano. Amargado por las vicisitudes de esta vida, don Plátano sufría gota militar, y como era menos resistente que los demás enfermos, veía llegar muy pronto el fin de sus días.

Lilus no tiene muñecas. Quizá su físico pueda explicar esta rareza. Es flaca y da pasos grandes al caminar, porque sus piernas, largas y muy separadas la una de la otra, son saltonas, se engarrotan y luego se le atoran. Al caerse Lilus causa la muerte invariable de su muñeca. Por eso nunca tiene muñecas. Sólo se acuerda de una güerita a la que le puso Güera Punch, y que murió al día siguiente de su venida al mundo, cuando a Lilus Kikus se le atoraron las piernas.


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