Libros del Rincón
A Lilus le preocupa cómo entrar en el cielo. No es ninguna hereje. Sabe que el cielo es un estado, un modo de ser, y no un lugar y... Pero siempre, desde chiquita, pensó que Nuestro Señor está más allá de las nubes. Allá arriba. Y que para llegar hasta Él tiene uno que ser avión, ángel o pájaro. A medida que el pájaro Lilus iría subiendo por el cielo, Dios iba mirándolo. Y en cierto punto de su vuelo, la mirada de Dios era tan intensa que bastaba a convertirla en paloma de oro, más bella que un ángel.
Desde el día de su primera comunión, Lilus pensó que Nuestro Señor bajaba a su alma en un elevadorcito instalado en su garganta. Nuestro Señor tomaba el elevador para bajar al alma de Lilus y quedarse allí como en un cuarto que le gustaba. Para que le gustara, ella tenía que prepararle una habitación bien amueblada. Los sacrificios de Lilus componían el ajuar. Un sacrificio grande era el sofá, otro la cama. Los sacrificios chicos eran solamente sillones, vasos de flores, adornos o mesitas.
Una semana en que Lilus se dejó ir por completo, Nuestro Señor bajó al cuarto de su alma y lo encontró todo vacío. Tuvo que sentarse en el suelo, y que dormir en el suelo.
Pero así como se queda uno impregnado de alguien, después de que ese alguien se va, así se quedaba Lilus, llena de Nuestro Señor, que había bajado a su alma en un elevadorcito...
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