Libros del Rincón


Seis


Él no sabe (ni le importa) cómo ha llegado la oportunidad.

El silencio de la tarde, el limpio azul del cielo, la ausencia de los hombres y el portón abierto se habían encadenado para darle paso.

El Manchas se lanzó sin vacilaciones hacia afuera y comenzó a correr.

Corre como un desesperado, como "alma que lleva el diablo", como si lo persiguieran.

Nadie lo persigue, sin embargo.

Corre por la carretera.

Ésta se extiende como una larga cinta.

El Manchas se detiene un instante, haciéndose a un lado, porque los autos pasan a toda velocidad.

El Manchas mira hacia todas partes.

El terreno está cercado.

Eran cercas fuertes, bien hechas, con postes de concreto y alambradas que impiden toda posibilidad de acceso humano.

Pero... quizás un perro pudiera entrar y corriendo a campo traviesa ganar tiempo. Y espacio.

Eso haría.

El Manchas disminuyó la carrera y caminando un poco más lentamente, olfateó la alambrada.


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