Libros del Rincón
Paco ahora es un cuatazo. Todos los días viene a jugar después de la comida. ¡Hasta tiene una patineta con freno! De vez en cuando, más bien siempre, quiere pelearse cuando juega, pero es normal. Lo que sí es raro es que meta gol. Ayer jugamos contra el equipo-del-otro-lado-de-la-plaza. ¡Qué cosa!
El portero era un grandulón que no podíamos con él. A los gordos se les debería prohibir ser porteros.
A veces el balón pegaba en su panza, otras en sus muslos, en el pecho, en todos lados, y nada de gol. Las niñas organizaron una buena porra. Estábamos tres a tres y al
final vino Paco quién sabe cómo. Se tropezó, se levantó, apuntó y le dio de lleno a la pelota. ¡Qué golazo! Apenas ganamos pero ganamos.
Después del juego decidimos ir a La Michoacana por unos helados porque en la de don Porfirio, me disculpan, pero sólo tienen helado con cucharita, que se acaba más rápido y, además, ensucia la ropa.