23 de junio

Nuestra calle tiene un problema. Todo por causa de una banda de escuincles que se la pasa molestándonos. Mi mamá no se cansa de repetir que de haberlo sabido habríamos rentado una casa allá por el jardín Prudencia, cerca de mi

abuela, pero ahora ya es tarde. Se les ocurre cada cosa que hasta dan ganas de jalarles el cabello y pellizcarlos hasta que se pongan morados. Por ejemplo: dos casas después de la mía, está la de doña Julieta, una viuda que vive solita con

sus quince gatos. Aquellos animalitos son todo para ella, hasta parecen sus hijos. Se bañan siempre con champú y acondicionador, beben té de laurel, comen pastel de trigo y ven las telenovelas de las seis, las siete, las ocho. ¿Creerán ustedes que Chucho, Mauro y Quique buscaron, quién sabe donde un montón de garrapatas y se las echaron a los gatos

de doña Julieta? A la pobre casi le da un ataque. Los gatos maullaban desesperados, rascándose y frotándose en el piso. Lo peor es que las garrapatas son como los conejos, se casan rápido. Por eso, luego nacieron un montón de garrapatitas. Doña Julieta cayó en cama y casi se muere, pero recordó que tenía que cuidar a sus quince gatos, respiró profundo, se levantó y con la rasuradora de su ex marido los rapó y santo remedio. Los pobrecitos quedaron pelones, avergonzados, con tos y falta de aire. Pasan por el jardín cabizbajos, con la cola entre las patas y un pañuelo con alcohol en el pescuezo. ¿Y todo por culpa de quién?