Libros del Rincón
Ayer Paco confesó que se muere de vergüenza porque es malo para el futbol. Cree que los otros se van a reír en su cara. Platicando de esto y aquello, recordamos unas vacaciones en que visitamos al tío Antonio. Vive en un departamento, y una vez él y mi tía Rosa fueron al cine y nosotros nos pusimos a jugar submarinos, luego escuchamos un zum zum y descubrimos que había una gran fiesta para gente grande en el piso de abajo. Podíamos oír la música, el
sonido de los vasos, de los cubiertos, de las personas hablando y riendo. Llegaba un olor riquísimo.
No sé de quién fue la idea, sólo sé que conseguimos un plato
de papel, le hicimos tres agujeritos en los bordes, le amarramos un cordón y mandamos el platito por la
ventana hasta llegar abajo. Las personas de la fiesta sacaron la cabeza y vieron hacia arriba. Después de saludarnos llenaron el plato con todo lo que fuera dulce o salado. Hasta refresco nos mandaron. Fue delicioso. Bajamos el plato unas mil veces.
Parecía el elevador de la alegría. ¡Siempre regresaba llenito!
Con esta idea, Paco agarró valor, hizo un avioncito de papel y lo lanzó en medio del partido de futbol. Dentro estaba escrito:
Hola. Aquí Paco. No sé jugar bien, pero quisiera jugar también con ustedes futbol. ¿Se puede? atte. Francisco
Los muchachos le mandaron el avión de vuelta, con el siguiente recado:
Fue triste. Mamá pensaba que aquel grupo era muy grosero y
prefería que Paco jugara con los hijos de mi tía Leonor. A papá le parecía peligrosísimo jugar pelota en la calle porque podía pasar un carro y, además, Paco ya tenía clases de deportes en la escuela.
Paco lloró, hizo berrinche, pero cuando papá dice no, es no.