Libros del Rincón


Sábado


Toda la semana pasó de una manera que no me gustó nada. Por lo siguiente: cada vez que me acordaba de mi Amigo, él venía acompañado de ¿por qué?, ¿por qué? ¡Qué pensamientos desagradables!

Y para colmo hizo un tiempo horrible. Lluvia. Lluvia. Lluvia y esa neblina que no deja ver nada cuando se mira por la ventana, y ya está dicho: Niebla peor que en Petrópolis, sólo en Inglaterra. Estuve alicaído. Pensé que nunca pararía de llover y que nunca más podría acordarme de mi Amigo sin ver todo tan desagradable.

El jueves por la mañana, en la escuela, me quedé mirando el cuaderno abierto y pensé: ¡vaya, qué juntitas van esas dos hojas! Pero es muy fácil separarlas: basta con arrancarlas. Y arranqué una. La hoja se soltó. La escondí detrás del cuaderno. Después la junté de nuevo con la otra. La separé. La junté. La separé. Jugué. La junté. Y de repente me dieron ganas de hacer lo mismo con el recuerdo de mi Amigo: poner Amigo a un lado, y ¿por qué? al otro.

¿Por qué quería darle vida a lo que pintaba y no lo conseguía?; y cada por qué que iba apareciendo en mi cabeza junto con mi Amigo trataba de quitarlo, arrancarlo, esconderlo bien escondido en el fondo de mi coco.

Lo intenté dos días. Hasta yendo por la calle, yo iba así: uno-dos, uno-dos, uno-dos. 1 era Amigo.

¡Piensa! ¡Uf, se me armó un follón en la cabeza que ni te cuento! Ayer llegó a hacer un leve ruido de motor que se pone en marcha, pero no funciona.

Pero hoy, al despertar, había un azul increíble que entraba por mi ventana. Y había un sol lindísimo de tan amarillo, un amarillo que se fue anaranjando cuando probé mirarlo a la cara.

Me acordé de la pintura que mi Amigo había hecho al final de la carpeta: era también un cielo de verano como éste.

Abrí la carpeta para comparar el azul que él había pintado con el azul que estaba viendo.

Mi Amigo había juntado las dos últimas hojas de la carpeta, para poder pintar bien grande aquel cielo.

Me quedé mirando y mirando cómo había juntado las dos hojas. Miré tanto que terminé dándome cuenta de que no tenía por qué separar Amigo a un lado y por qué al otro. Lo que tenía que hacer era lo que él hizo con las hojas y el azul del cielo: juntarlos. Muy juntos.

Y los junté.

Graphics

Ahora, cuando pienso en mi Amigo (¡y sigo pensando tanto en él!), pienso en él entero, quiero decir: pipa, tintas, ¿por qué?, chaquete, flores que le gustaban, muerte a propósito, ¿por qué?, el reloj que suena, amarillo, ¿por qué?, blusón verde: todo junto y mezclado.

Y me empezó a gustar pensar de esa manera.

Incluso pienso que si me sigue gustando cada por qué que aparece, acabaré entendiéndolos uno por uno.


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