Empezando el domingo 5 de mayo

No puedo cerrar los ojos y mi cabeza no deja de dar vueltas. Sólo de acordarme de lo que pasó hoy me emociono y se me espanta el sueño. Nunca lo voy a olvidar.

Fuimos al campo con la familia de Griselda: sus primos, su papá, su mamá; además Lupe y Pancho, su hermano; Eduardo y yo... Siempre tiene que ir ese latoso conmigo para que me den permiso, como a Lupe, pero ¡qué diferencia de hermanos! Llegamos y nos pusimos a correr, a brincar y a jugar con la pelota. Hasta que nos quitamos los zapatos para sentir el pasto y la tierra.

Cuando nos cansamos ya queríamos comer, y la señora nos dio zanahorias, pepinos, jícamas y betabeles crudos con limón y sal, nunca los había probado así y son riquísimos. Luego Pancho propuso que jugáramos todos a las escondidas... Allí empezó lo emocionante.

Ya era tarde cuando a la mamá de Griselda le tocó buscar, entonces me escondí detrás de un arbolito que estaba un poco lejos y que llega Pancho también. Me dijo que nos metiéramos más en el monte para que no nos encontraran, y que nos vamos corriendo juntos.

Llegamos casi hasta arriba, seguros de que tardarían en dar con nosotros, pero al rato ya estábamos aburridos de sólo vernos las caras y los demás no aparecían.

Yo quería que saliéramos, pero Pancho me dijo que esperara otro ratito. Entonces se empezó a

nublar y parecía que iba a caer un aguacero. El viento movía mucho los árboles y los pájaros se iban volando a sus nidos.

Cuando quisimos bajar no encontramos por dónde: todo se nos hacía igual. Empecé a sentir miedo, pero Pancho dijo que no me preocupara, que mejor nos quedáramos en un lugar y esperáramos a que nos encontraran.

Estaba muy asustada; ya iba a llorar cuando Pancho me dijo que él, cuando está en problemas, se pone a respirar profundamente, sintiendo el aire que entra en sus pulmones para tranquilizarse y pensar mejor.

Entonces hizo que me sentara junto a él con las pompas sobre los talones y la espalda derecha; la barbilla ligeramente hacia dentro y los ojos cerrados.

Dijo que respirara profunda y lentamente, contando: 27 inhalo, 27 exhalo; 26 meto aire, 26 saco aire; y así hasta llegar al cero. Y que después, con la mente llamara a todos y les dijera dónde estábamos para que llegaran rápido.

Fue mágico, porque al ratito estaba tan tranquila que sólo escuchaba cómo mi nariz hacía "sooo" cuando tomaba aire y "hum" cuando lo sacaba. Hasta me olvidé de la lluvia.

De repente llegaron todos corriendo y gritando. Fue emocionante. Descubrí que Pancho es un amor y sabe cosas raras; parece un brujo.

Esto lo voy a hacer todas las mañanas para llamar a Héctor y que conversemos.