Libros del Rincón


Una buena treta


Los chicos miraron en la dirección que Oso Verde señalaba y descubrieron semioculta una flecha que decía: SALIDA.

El camino bajaba y daba vueltas por todos lados.

—Creo que nos equivocamos —murmuró Isabel 21.

Pero los legionarios continuaron y pronto llegaron a una especie de cuarto donde se veía una destartalada escalera de caracol que se perdía hacia lo alto en la oscuridad.

La escalera crujía a cada paso pero resistió el ascenso de los niños. Subieron y subieron, cada vez más cansados, empujando a veces al doctor Irigoyen que se quedaba tirado en los escalones, casi sin poder respirar. Al final y después de lo que les pareció una eternidad se toparon con una puerta en un techo de madera. Con gran cuidado la abrieron y vieron que estaban en un cuarto con apariencia de recámara.

Con gran precaución Andrés salió para investigar el lugar. Era una casa pequeña de tipo campestre, con una huerta y gallinas y patos.

—Tenemos tiempo suficiente para avisar a la policía —dijo Andrés señalando un teléfono.

—Tu idea de cambiar la flecha de salida al túnel equivocado fue muy buena —dijo Isabel 21 desternillándose de risa—. Los que quieran salir por allí se darán la perdida de su vida.

Oso Verde sonrió satisfecho de su idea.

—Pero, ¿dónde estamos? —preguntó el doctor Irigoyen.

Los niños lo miraron sorprendidos. No podían creer que no se fijara en los detalles reveladores ya que ellos desde que entraron en ese cuarto se dieron cuenta dónde estaban.

¿Le puedes dar la respuesta al doctor Irigoyen?

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