Libros del Rincón


Segundo final


Mientras reflexiona sobre la forma de resolver su problema, Paolo deja vagar la mirada por la plaza en la que se encuentra su monumento. El círculo del compás la atraviesa y entra desenvueltamente en una gran iglesia, coronada por una inmensa cúpula. El no necesita puertas. Pero ¿cómo hará Paolo para entrar en la iglesia por el punto justo, atravesando la pared que debe ser tan sólida como la de una fortaleza? Para no desviarse de la circunferencia tiene que trepar por la cúpula. Es un decir. Sin cuerdas ni clavos ni siquiera lo conseguiría el mejor de los alpinistas, el más hábil y osado de los escaladores. Hay que claudicar. Ha sido únicamente un hermoso sueño. Los caminos de la vida nunca son tan netos, precisos e ideales como las figuras geométricas.

Paolo echa una última ojeada al héroe que señala, inmóvil y severo, una meta lejana e inalcanzable. Después, con paso lento y desconsolado, vuelve a casa, siguiendo pasivamente el zigzagueo, caprichoso e irracional de las calles de todos los días.


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