Libros del Rincón


Caramelos cuadrados que se vuelven en redondo


Todo el mundo se detuvo y se agolpó junto a la puerta. La mitad superior de la puerta estaba hecha de cristal. El abuelo Joe levantó al pequeño Charlie para que éste pudiese ver mejor, y mirando al interior, Charlie vio una larga mesa, y sobre la mesa, filas y filas de pequeños caramelos blancos de forma cuadrada. Los caramelos se asemejaban mucho a cuadrados terrones de azúcar —excepto que cada uno de ellos tenía una graciosa carita rosada pintada en uno de sus lados. En un extremo de la mesa, un grupo de Oompa-Loompas pintaban afanosamente nuevas caritas en más caramelos.

—¡Allí los tenéis! —gritó el señor Wonka—. ¡Caramelos cuadrados que se vuelven en redondo!

—No veo cómo pueden volverse en redondo si son cuadrados —dijo Mike Tevé.

—Son cuadrados —dijo Veruca Salt—. Son completamente cuadrados.

—Claro que son cuadrados —dijo el señor Wonka—. Yo nunca he dicho que no lo fueran.

—¡Usted dijo que se volvían en redondo! —dijo Veruca Salt.

—Yo nunca dije eso —dijo el señor Wonka—. Dije que eran unos caramelos cuadrados que se volvían en redondo.

—¡Pero no se vuelven en redondo! —dijo Veruca Salt—. ¡Siguen siendo cuadrados!

—Se vuelven en redondo —insistió el señor Wonka.

—¡Claro que no se vuelven en redondo! —gritó Veruca Salt.

—Veruca, cariño —dijo la señora Salt—, no le hagas caso al señor Wonka. Te está mintiendo.

—Mi querida merluza —dijo el señor Wonka—, vaya a que le frían la cabeza.

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—¡Cómo sé atreve a hablarme así! —gritó la señora Salt.

—¡Oh, cállese! —dijo el señor Wonka—. ¡Y ahora, mirad esto! —sacó una llave de su bolsillo, abrió la puerta, la empujó... y de pronto... al ruido de la puerta que se abría, todas las filas y filas de pequeños caramelos cuadrados se volvieron rápidamente en redondo para ver quién entraba. Las diminutas caritas se volvieron realmente hacia la puerta y miraron al señor Wonka.

—¡Allí lo tenéis! —gritó éste triunfalmente—. ¡Se ha vuelto en redondo! ¡No hay discusión alguna! ¡Es un caramelo cuadrado que se vuelve en redondo!

—¡Caramba, tiene razón! —dijo el abuelo Joe.

—¡Vamos! —dijo el señor Wonka, echando a caminar corredor abajo—. ¡Adelante! ¡No debemos demorarnos!

«BOMBONES DE LICOR Y CARAMELOS DE WHISKY», decía en la puerta siguiente.

—Ah, eso parece bastante más interesante —dijo el señor Salt, el padre de Veruca.

—¡Son deliciosos! —dijo el señor Wonka—. A todos los Oompa-Loompas les encantan. Les pone achispados. ¡Escuchad! Se les puede oír allí adentro, hechos unas uvas.

Sonoras carcajadas y canciones podían oírse a través de la puerta cerrada.

—Están borrachos como cubas —dijo el señor Wonka—. Están bebiendo caramelos de whisky con soda. Eso es lo que más les gusta. Aunque los bombones de licor también son muy populares. ¡Seguidme, por favor! No deberíamos detenernos tanto —torció a la izquierda. Torció a la derecha. Llegaron a unas largas escaleras. El señor Wonka se deslizó baranda abajo. Los tres niños hicieron lo mismo. La señora Salt y la señora Tevé, las dos únicas señoras que quedaban en el grupo, se estaban quedando sin aliento. La señora Salt era una señora muy gorda con piernas cortas, y jadeaba como un rinoceronte—. ¡Por aquí! —gritó el señor Wonka, doblando a la izquierda al final de las escaleras.

—¡Vaya más despacio! —jadeó la señora Salt.

—Imposible —dijo el señor Wonka—. Jamás llegaríamos a tiempo allí si lo hiciera.

—¿A dónde? —preguntó Veruca Salt.

—No seas curiosa —dijo el señor Wonka—. Espera y verás.


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