Libros del Rincón
A CUALQUIER VIAJERO le hubiera sido imposible atravesar los páramos, pero no a Ehécatl y el nahual, porque allí dominaban los vientos y los vientos venían a visitarlos, a jugar un rato, o bien, a platicar con ellos; también los alentaban y los divertían contándoles historias y organizando concursos de acertijos.
Una tarde Huitztlampa y Tlalocáiutl alcanzaron al dios y a su perrito, y caminando, pues los viajeros jamás se detenían, les propusieron jugar a las adivinanzas. El nahual y su dios aceptaron la propuesta. El primero en exponer la suya fue el nahual, quien tomó la palabra y dijo:
¿Qué cosa será y qué cosa una vieja monstruosa que debajo de la tierra come y goza?
Todos se esforzaron, pero nadie pudo dar con la respuesta. Entonces el perrito, orgulloso de sí, les dijo lo que era:
Pues la tuza, tontos, la vieja y dientona tuza, porque vive debajo de la tierra, porque come las raíces y porque goza de su seguridad, pues aunque todos la busquen, nadie la encuentra.
Los otros se quedaron silenciosos, razonaban. Ehécatl dijo:
No, pues sí; mi nahual tiene razón.
Y ahora, ¿a quién le toca el turno? preguntó Cihuaehecáyotl.
Bien, yo propondré la siguiente dijo Ehécatl Quetzalcóatl, y al momento la expuso: ¿Qué cosa será y qué cosa la que dando palmadas, como mujer que hace las tortillas, cruza el valle, y es hermosa?
Todos, indecisos, se miraban a los ojos, pero nadie arriesgaba respuesta. Finalmente el gentil y dulce Tlalocáiutl pidió a Ehécatl que repitiera la adivinanza; no terminaba aún el dios de hacerlo cuando ya el viento que sopla del oriente les había dado la solución:
Esa cosa, mis amigos, es la hermosa mariposa.
Y rió con ganas. Estaba feliz de haberla adivinado, y además porque al hacerlo también cosechó su buena cantidad de felicitaciones.
Luego el viento del poniente, el sencillo y bondadoso CihuaehecáyotI, que también quería jugar, propuso su acertijo:
¿Qué cosa será y qué cosa hablaba con lentitud para que mejor se pudiera entender su adivinanza: una jícara azul, oscurecida, colmada de frijoles y además luminosa?
Aquí fue el viento del sur, Huitztlampa, el que supo adivinar:
Es el cielo estrellado, señores, que aún azul, pero ya oscurecido, muestra muchísimas estrellas muy blancas y brillantes.
Así es dijeron todos, y también elogiaron a Huitztlampa.
Finalmente Mictlampa, el viento del norte, no queriendo quedarse muy atrás, también expuso su acertijo:
¿Qué cosa será y qué cosa la que... la que... se olvidaba del resto, aunque pronto lo recordó ¡Ah, sí, la que tomada en una montaña negra, se mata en un petate blanco! expuso y terminó sintiéndose triunfante.
Todos querían contestar, pero como el primero en levantar la mano había sido Huitztlampa, a él se le dio la palabra:
¡Uuuh! dijo, ésa ni es adivinanza, ésa es una tontería, hasta un niño de pecho se la sabe: es el piojo.
Apenas terminó de hablar salió volando. Sospechaba que su hermano saldría detrás de él queriendo castigarlo. Y no se equivocaba. El viento del norte miró a su derredor buscando algo que pudiera arrojarle; como nada encontró, salió en su persecución mientras los otros reían a carcajadas del enojo y la simpleza de Mictlampa.
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