Libros del Rincón


Ocho


Logró escurrirse a través de la alambrada, pero supo enseguida que había sido un error.

Se detuvo: las patas firmes sobre la tierra, bien tiesas las orejas, jadeando un poco.

Entonces los oyó.

Eran varios perros y habían notado su presencia.

Y eran animales entrenados para perseguir, para atacar a cualquier intruso, no importa si humano o bestia.

Eran perros como él, pero no le tendrían ninguna compasión.

El Manchas era valiente. No le temía a la lucha... mas... ¿valdría la pena?

Una pelea lo desviaría de su camino.

Sí.

Se había equivocado metiéndose en la propiedad.

Corrió con toda la ligereza de sus patas.

Los perros ladraban y los ladridos estaban cada vez más cerca.

El Manchas retrocedió hasta la cerca. Alta, sólida, imponente.

¿Podría?

Como había tomado demasiado impulso, al caer, cayó mal, lastimándose una pata.

Dio un alarido de dolor.

Sin embargo... había logrado ponerse fuera del alcance de sus perseguidores.

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