Libros del Rincón


La cocción


En la cocina, Jorge colocó la cacerola sobre el fuego y subió la llama del gas al máximo.

—¡Jorge! —llegó la espantosa voz desde la habitación de al lado—. ¡Es la hora de mi medicina!

—Todavía no, abuela —contestó Jorge—. Faltan veinte minutos.

—¿Qué diabluras estás haciendo ahí? —chilló la abuela—. Oigo ruidos.

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Esta vez Jorge pensó que era mejor no contestar. Encontró en un cajón una cuchara larga de madera y empezó a remover con fuerza. La mezcla se iba calentando más y más.

Pronto, la maravillosa mezcla comenzó a hacer espuma. Un humo azul intenso, color pavo real, se elevó del líquido y un olor penetrante y temible llenó la cocina, haciendo toser a Jorge. Era un olor diferente de cualquier otro que él hubiera conocido. Un olor brutal y fascinante, picante y asombroso, rabioso y enloquecedor, lleno de brujería y magia. Cada vez que le subía por la nariz, le estallaban cohetes en el cráneo y un cosquilleo eléctrico le recorría las piernas. Era estupendo estar allí, removiendo aquella mezcla fabulosa, y verla echando un humo azul, burbujeando y espumeando como si estuviera viva. Hubo un momento en el que hubiera jurado que veía chispas brillantes centelleando en el remolino de espuma.

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Y, de repente, Jorge se encontró bailando alrededor de la humeante cacerola, canturreando unas palabras extrañas que se le venían a la cabeza, sin que supiera de dónde salían:

Caldo de fuego, pócima de bruja
Espuma hirviente, rico azul
Humea, espumea, rocía...
Brebaje burbujeante que alegra
Míralo salpicar, bullir, batir
Escúchalo silbar, sisear, borbotear
Que la abuela comience a rezar.


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