Libros del Rincón


Pintura marrón


Jorge apagó la llama bajo la cacerola. Tenía que dejar mucho tiempo para que la mezcla se enfriase.

Cuando ya no hubo nada de vapor ni de espuma, se asomó a la gigantesca olla para ver de qué color había quedado la medicina. Era de un azul profundo y vivo.

—Hay que ponerle más marrón —dijo Jorge—. Tiene que ser marrón, si no, ella sospechará.

Jorge salió corriendo y entró como una flecha en el cobertizo de las herramientas, donde su padre guardaba las pinturas. Había una hilera de botes en el estante, de todos los colores, negro, verde, rojo, rosa, blanco y marrón. Alcanzó el bote de pintura marrón. La etiqueta decía sencillamente PINTURA BRILLANTE MARRÓN OSCURO. Tomó un destornillador y levantó la tapa. El bote estaba casi lleno. Se lo llevó a la cocina apresuradamente. Lo echó en la olla, que quedó llena hasta el borde. Con mucha suavidad, Jorge disolvió la pintura en la mezcla, removiendo con la cuchara larga de madera. ¡Ajá! ¡Se ponía marrón! ¡Un bonito marrón cremoso!

—¿Dónde está esa medicina, chico? —llegó la voz desde el cuarto de estar—. ¡Te olvidas de mí! ¡Lo haces aposta! ¡Se lo diré a tu madre!

—No me olvido de ti, abuela —contestó Jorge—. Pienso en ti todo el tiempo. Pero aún faltan diez minutos.

—¡Eres un asqueroso gusanillo! —chilló la voz—. Un gusanillo perezoso y desobediente... y estás creciendo demasiado rápido.

Jorge cogió del aparador el frasco de la verdadera medicina. Le quitó el corcho y la vació en el fregadero. Luego llenó el frasco con su propia mezcla mágica, sumergiendo una jarrita pequeña en la olla y utilizándola para trasegar el líquido. Volvió a poner el corcho.

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¿Se habría enfriado ya lo suficiente? No del todo. Sostuvo el frasco bajo el grifo del agua fría durante unos minutos. Al mojarse, la etiqueta se despegó, pero eso no importaba. Secó el frasco con un paño.

¡Hecho!

¡Ya estaba todo listo!

¡Había llegado el gran momento!

—¡Es la hora de la medicina, abuela! —gritó.

—Eso espero —fue la gruñona respuesta.

La cuchara de plata que se usaba siempre para darle la medicina estaba preparada sobre el aparador de la cocina. Jorge la cogió.

Sosteniendo la cuchara en una mano y el frasco en la otra, entró en el cuarto de estar.


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