Libros del Rincón


El descuido de los guardias


Jadeando llegaron hasta la rejilla que quedaba cerca de la puerta de la calavera, donde estaban las celdas.

—Creo que la desintegración no llegará hasta aquí —dijo el doctor Irigoyen.

—Mejor vámonos rápido —sugirió Isabel 21.

—¡Esperen, alguien viene! —los detuvo Tai.

Un grupo de guardias llegó y puso grandes candados a las puertas del pasillo, incluyendo la de la calavera.

—¡Malditos! —exclamó el doctor Irigoyen al ver lo que hacían.

En ese momento oyeron una agitada respiración en el ducto. Por un lado llegaba Andrés y por el otro Oso Verde.

—¿Encontraste la máquina VEKO? —le preguntaron a Andrés.

—Sí, claro —resopló el niño y después de tomar aire continuó—: Yo creía que era un aparato grande pero resultó ser una cajita bajo el interruptor de la escalera.

—¿Hay problemas? —preguntó Oso Verde.

—Los guardias pusieron un candado a la puerta de la calavera —le informaron.

Pero Tai, que había estado observando el lugar, sentenció:

—Mis venerables antepasados tenían razón al decir que "las cosas hechas a la carrera salen mal" ...allí hay una puerta sin candado.

Oso Verde fue el primero en comprobar lo que Tai decía, pero los demás tardaron un rato.

—¿A dónde conducirá esa puerta? —le preguntaron al doctor Irigoyen.

¿Dónde está la puerta que Tai descubrió?

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