Libros del Rincón


Por el reino de las boas


Los legionarios tardaron un rato en descubrir el puente sobre los árboles que Maripecas había visto.

—Esos tipos de veras que no quieren que nadie los siga —comentó Oso Verde.

—Mis venerables antepasados decían: "Si no quieres que nadie entre a tu casa, cierra las puertas" —dijo Tai mientras recogía unas ramitas para Chop Suy, que daba claras muestras de tener hambre.

Con mucho cuidado cruzaron el débil puente, mientras los caimanes los miraban con ojos voraces. El camino se metía entre grandes árboles de ramas musgosas y troncos retorcidos, haciendo cada vez más dificil caminar aprisa.

De pronto un horrible chillido los paralizó. Los chillidos se repitieron cada vez más débilmente, pero, el alboroto de pájaros y monos en los árboles fue terrible. Los legionarios se acercaron al lugar y vieron cómo una gran serpiente había atrapado a un pecarí joven y lo trituraba enroscándosele alrededor. Los niños observaron con una mezcla de horror y fascinación cómo la serpiente, una vez muerto el animalito, comenzaba a tragárselo abriendo desmesuradamente las fauces.

—Es una boa constrictor —les informó Oso Verde—. Primero aprieta a su víctima hasta asfixiarla y romperle todos los huesos y luego la engulle completita.

—Y después de comer duerme varios días, mientras hace la digestión —completó Tai tomando fotografías de la impresionante escena.

—Mejor vámonos —sugirió Isabel 21.

—Y rápido porque allí hay otra boa que quiere su almuerzo —dijo Andrés.

¿Ya viste la boa hambrienta que descubrió Andrés?

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