Libros del Rincón


Un mundo de lianas


Los chicos salieron corriendo, pues justo arriba de Maripecas se asomaba la cabeza de otra boa.

—¡Uf! —exclamó la legionaria— ¡No sé por qué le gusté yo, siendo que Oso Verde está más gordito!

En su carrera los chicos se salieron del camino. Cuando se calmaron se encontraron, desorientados, en un mundo de árboles oscuros y largas lianas que colgaban de sus ramas.

—¿Tendremos que regresar con las boas? —preguntó intranquila Isabel 21.

—No es necesario —afirmó Tai—. El sendero siempre se dirigía al noroeste. Si caminamos en esa dirección iremos en forma paralela al sendero. En medio kilómetro de camino damos vuelta hacia el suroeste y forzosamente tendremos que cruzar con el sendero —y sacando un papel les hizo un dibujo para que lo entendieran mejor.

—¿Y cómo sabes que estamos aquí y no del otro lado? —preguntó Oso Verde señalando la cruz que Tai había dibujado para señalar su posición en la selva.

—Porque corrimos hacia la derecha del sendero, o sea hacia el norte —respondió Tai sonriendo.

Tal como el niño lo había dicho, un poco después de dar vuelta hacia el suroeste se encontraron con el sendero.

—Muy bien... ¡Ahora a la derecha! —dijo Tai con gran satisfacción.

Pero Maripecas se quedó observando el camino.

—Qué extraño —murmuró— éste no es el sendero por donde veníamos.

—¿Cómo que no? —dijo Isabel 21.

—Miren, aquí está la prueba —señaló Maripecas.

¿Cuál era la prueba que encontró Maripecas?

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