Libros del Rincón


Un claro en la selva


Los chicos vieron las huellas de pisadas hacia la izquierda, en sentido contrario a donde ellos iban.

—Los hombres se dirigían hacia el noroeste —explicó Maripecas—. Las huellas deberían apuntar a nuestra derecha, pero sólo hay pisadas en sentido contrario, así que por aquí no pasaron los enmascarados.

—Sigamos este camino, también va al noroeste —propuso Oso Verde.

Al poco tiempo de caminar, el camino desembocó en un claro en la selva. En medio del terreno se veía una construcción similar a la que habían encontrado al comienzo de su aventura.

—Miren, allí están los hombres de negro —señaló Isabel 21.

Varios hombres que se habían quitado la máscara se movían dentro de la construcción. Tai sacó sus binoculares y se dedicó a observar lo que pasaba.

—Creo que debemos esperar un rato —dijo Oso Verde sentándose entre las matas.

—¡Cuántas plantas raras! —dijo Isabel 21 mirando a su alrededor.

—¡Y cuántas flores desconocidas! —comentó Maripecas.

—¿Cómo se llamará esa planta? —preguntó Isabel 21.

—¿Esa?... Es el perejil que me comí, el perejil que me cené y ahora, ¿cómo me desemperejilaré? —dijo Oso Verde a toda velocidad su trabalenguas favorito.

—Miren, allí vienen más hombres de negro... se están llevando los botes de fibra de vidrio —dijo Andrés.

—Esos botes no contienen fibra de vidrio —corrigió Tai sin dejar de observar con sus binoculares.

¿Qué contenían los botes?

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