Libros del Rincón


Una muralla en la selva


Cuando los hombres desaparecieron en la selva, los niños se dirigieron a la construcción. Allí encontraron algunos vestidos negros y botes redondos de pintura negra, a diferencia de los botes rectangulares de fibra de vidrio.

Con toda precaución se encaminaron por el sendero que tomaron los hombres en la selva. De pronto se toparon con una especie de muralla. Grandes troncos formaban una pared de cuatro metros de altura. La muralla parecía circular y por ningún lado se veía la puerta de entrada.

—¡Esto no es posible! —exclamó Andrés—. ¡Por algún lado tienen que entrar!

—Vamos a separarnos para vigilar la muralla y descubrir por dónde entran o salen los hombres —propuso Oso Verde.

Los legionarios se separaron colocándose cerca de la vereda. Pasó el tiempo y nada aconteció. Sólo hacía calor, mucho calor. De pronto los niños se sintieron muy cansados y un pesado sueño comenzó apoderarse de ellos. Isabel 21 empezó a cabecear y en un momento en que estaba quedándose dormida oyó pasos: ¡un hombre se dirigía directamente hacia ella!

Oso Verde agitó unas ramas ruidosamente con lo que distrajo al hombre. Isabel 21 se escabulló lo más pronto posible y el hombre pasó de largo.

Cuando el hombre se hubo ido, Isabel 21 les hizo señales a sus amigos para que se reunieran con ella.

—Ya se dónde está la entrada —les dijo—. Antes de que el hombre apareciera, la parte de la muralla que me tocaba vigilar estaba diferente de como ahora la ven, así que la entrada debe estar allí —dijo señalando un punto en la muralla.

¿Tú también puedes encontrar la entrada?

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