El helicóptero negro

No había duda. Antes en la muralla, bajo unas ramas los troncos eran lisos y ahora uno mostraba unos cortes.

Tai se deslizó hasta la muralla y examinó el lugar. Jaló una liana y la puerta giró. El niño se introdujo y poco después volvió a aparecer haciendo señas a los demás para que lo siguieran.

Adentro de la muralla había varias construcciones de palma de gran tamaño. Otras construcciones menores se esparcían por todo el lugar entre los árboles que las disfrazaban con el propósito de que no fueran fácilmente visibles desde un avión o un helicóptero.

Lo más sorprendente era que todo el lugar estaba lleno de esculturas prehispánicas de todos tamaños y estilos, desde las cabezas gigantescas olmecas hasta los atlantes de Tula, pasando por estelas mayas y dioses aztecas.

El ruido característico de un helicóptero se escuchó en el cielo. Poco después los legionarios lo vieron aparecer acercándose al lugar y aterrizar en un reducido círculo que se encendió con brillantes luces de bengala.

Varios hombres descendieron del aparato y al final bajó un hombre vestido con una gran túnica negra, al que todos hicieron grandes reverencias.

—Ya sé quién es ese tipo —dijo Maripecas.

¿Quién era el hombre del helicóptero?