Libros del Rincón


LOS VIAJES DE PAPÁ


A papá le gusta viajar pero no puede. Suele tener poco dinero y le hace falta para pagar la comida de todos, los calcetines de todos, el colegio de Nuria y más cosas.

Por lo visto todo está carísimo y si seguimos así no sé a donde vamos a llegar.

Papá, como no puede viajar de otra forma, viaja a lápiz. Lo hace muy bien y le divierte. Nos lo cuenta a la hora de comer o después de cenar y nos reímos.

El último viaje lo hizo por culpa de un amigo que le regaló una percha para que pudiese colgar su sombrero.

Papá pensó que sujetar la percha en la pared del estudio era un trabajo fácil, que no hacía falta pedir ayuda a mamá.

Cogió un clavo y un martillo y después de un buen rato había conseguido destrozar la percha, martillarse un dedo y hacer un enorme desconchón en la pared.

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Papá algunas veces resulta un poco manazas.

Pensó que podía tapar el desconchón con un bonito dibujo sujeto con cuatro chinchetas de cabeza verde.

Dudó en dibujar un pato, un avión, un cesto lleno de mariposas o un mapa.

Acabó decidiéndose por lo último.

Desde muy pequeño le gusta dibujar mapas de países verdaderos o imaginados, por eso conoce sitios que no conoce nadie.

Para tapar el desconchón le hubiera gustado dibujar el mapa de Groenlandia, con algunos osos, focas y esquimales, pero Pablo había destornillado el Atlas.

Tuvo que dibujar el mapa de un país imaginario.

Pensó que en aquel país era el 25 de diciembre y que iba a nevar de un momento a otro.

Le gustó tanto la idea que decidió dibujarse a sí mismo cuando aún no tenía diez años, esto es: pequeño, casi pelirrojo, lleno de pecas, con dos dientes de menos y unas orejas muy hermosas y grandes.

Se dibujó de invierno, dentro de un abrigo de pieles, con grandes botas y calcetines de lana.

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Estaba dibujando los cordones de las botas cuando apareció aquel animal sonriente que parecía un perro y no lo era.

Para casos como éste, papá lleva siempre en el bolsillo un diccionario enciclopédico. Es muy práctico. Son doce tomos con las fotografías de casi todo y la explicación debajo o a un lado.

Buscó la fotografía de aquel animal y resultó ser una hiena.

La hiena vive en los desiertos y zonas cálidas de Asia y África, come carroña y se ríe como si estuviera nerviosa.

Una de dos: o la hiena no estaba en su sitio, o papá había dibujado el mapa de un país donde no iba a nevar de un momento a otro.

Empezó a sentir calor.

Tuvo que borrar el abrigo, las botas y los calcetines para dibujarse con ropa más fresca, una camisa a cuadros, un pantalón corto y un salakof.

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También dibujó un botijo lleno de agua fresca.

Por saber a qué país correspondía el mapa que había dibujado, decidió dar un paseo por los alrededores.

Amarró el botijo a su cintura y se puso en camino.

Después de caminar no sé cuánto tiempo ni en qué dirección, se encontró con un hombre que dormía a la sombra de un camello.

Era un anciano de aspecto bondadoso que no se enfadó porque le despertasen.

—Perdone si le molesto —dijo papá—, pero tengo un problema. Estaba seguro de haberme dibujado en un país frío donde podría hacer muñecos de nieve.

—Aquí no nevará nunca —dijo el anciano y le ofreció a papá un puñado de dátiles dulces y pringosos—. Te resultará difícil hacer muñecos de nieve pero en cambio podrás hacer maravillosos castillos de arena.

En menos de un minuto se hicieron amigos.

Montados los dos en el camello se fueron de viaje por todos los rincones de los cuentos árabes.

Viajaron casi toda la mañana viendo cosas que existen y cosas que no existen, pero todas maravillosas.

Estaban llegando al gran oasis de Budjara, que es verdadero, cuando fuera del dibujo gritó mi hermana Marta:

—¡Papá, dice mamá que bajes a comer que se enfrían las croquetas!

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El grito de Marta y el olor de las croquetas devolvieron a papá a su taburete de trabajo, delante del tablero.

El dibujo no estaba quedando mal del todo.

Lo sujetó sobre el desconchón de la pared y bajó a comer.

—Terminaré por la tarde —se dijo.

Y pensó que dibujaría las barbas de Harum el Raschid escuchando el cuento seiscientos catorce, a lo mejor el de Simbad.


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