Libros del Rincón


LA SIESTA DE NURIA


No soy el capitán de la nave Alfa 2 en ruta hacia el confín de la Galaxia, ni el agente especial X 21 en lucha contra los asesinos negros.

En el patio las hormigas no crecen y crecen por efecto de las radiaciones de una máquina infernal, ni estamos sitiados por los comanches.

Pienso que para que uno le pasen cosas así tiene que haber nacido dentro de un libro, ser un personaje inventado y no el hijo de un dibujante.

No pasa nada.

Llueve y no me dejan ir de pesca.

No tengo muchas cosas que contar.

Acabamos de comer.

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Después de la comida hay que recoger la mesa, fregar los platos, barrer dos veces y ordenarlo todo, colocar sobre la mesa un tiesto donde vive un rhipsañidopsis rojo que para ser feliz necesita toda la luz del Sur y un vaso de agua cada dos días.

Un rhipsañidopsis no es una planta carnívora.

—¡Ojo al parche! —dice mamá—. Cada uno a lo suyo.

A ninguno nos gusta este trabajo pero hay que hacerlo. Lo hacemos entre todos menos Nuria y papá.

Nuria tiene que hacer la siesta y papá se tumba a su lado y le habla despacio, vocaliza, hace de cada palabra un gesto, si dice mesa, señala mesa, si dice mano enseña la mano y la hace bailar delante de los ojos de Nuria, si dice algo que no está en la habitación entonces trata de dibujarlo en el aire.

—El pajarito viene a comer el maíz en tu mano.

Y las dos manos de papá son un pajarito de diez plumas que vuela a posarse sobre la mano de Nuria.

Nuria entiende casi todo y sonríe.

Después los dos se quedan dormidos y entonces mamá empieza a andar de puntillas.

—Procurar no meter ruido —dice.

Y todos andamos de puntillas porque Nuria y papá sueñan el uno con el otro, papá quizá sueña que él y Nuria vuelan alrededor del Sol, una tarde de sol, y Nuria que papá es un caballito de madera que la lleva a pasear alrededor de la alfombra.

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Los demás, de puntillas, terminamos de ordenar la cocina.

Golo salta la tapia y viene a picotear en el cristal para que le demos los corazones de las manzanas.

Las manzanas son el postre preferido de papá.

—Me traen suerte —dice— y sin duda duermo mejor.

A veces sueño con manzanas y me despierto contento.

A veces sueño que la rhipsañidopsis es carnívora y que se merienda a Golo.

Esto tampoco es una pesadilla.

Después de arreglar la cocina a mamá le gusta que descansemos un rato.

Marta coge un libro para leer mientras teje patucos rosa.

—La niña se llamará Marta —dice.

Pablo olvida el destornillador para ir a acurrucarse en el regazo de mamá que ya se columpia en su mecedora, frente a la ventana, a mirar su cerezo, a pensar en ir arreglando algún armario o en hacer galletas de anís para la merienda.

A Pablo le gusta el regazo de mamá.

—Aquí no sueño con la lechuza —dice.

Yo no consigo soñar con la lechuza.

A mí no me ocurre nada emocionante.

Papá ronca.

Ha dejado de llover y quizá salga el sol.


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