Libros del Rincón


MAMÁ


Ahí viene Golo, pato patoso, a mendigar debajo de la ventana de la cocina.

Golo sabe que cuando mamá le da algo de comer, Nuria se ríe.

Cualquier cosa que haga reír a Nuria hace sonreír a mamá.

Hoy ese pato se ha comido todo mi cebo.

Ahora golpea con el pico en el cristal de la ventana.

—Está bien, Golo —dice mamá, y le pone una croqueta en el pico.

Golo es un pato raro, capaz de dar vueltas sobre una sola pata si te ve comer palomitas de maíz, o de llevar una croqueta caliente en el pico, ponerla en la mano de Nuria y esperar a que Nuria sople y la enfríe.

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Mamá está contenta. Fríe croquetas y canta en voz baja.

Podría escribir diez o doce libros enormes hablando sólo de mamá.

Mamá es mamá. Por eso no puede estarse quieta, o no sabe estarse quieta.

Algunas cosas sí tiene que hacerlas. Por ejemplo, freír las croquetas o quitar los agujeros de los calcetines, pero que yo sepa nadie la obliga a fregarme las orejas siete veces por semana.

Mamá trabaja todo el día y aún pide tiempo para leer, tocar el piano o bailar un vals con papá.

Mamá, hace años, quería ser mamá y otra cosa, jefe de estación en una estación con muchos trenes, capitán de bailarinas y hacer que todas volasen sobre un vals de Chopin, astronauta, tripular una nave y llegar hasta la última estrella o maestra de escuela para que todas las mañanas un niño le regalase una manzana.

Pero nació Nuria.

Nuria tenía poco más de un año cuando el médico dijo:

—No voy a darles buenas noticias. Lo siento.

Nuria no era una niña como las demás.

Aquel día mamá rompió todos sus proyectos.

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Papá no supo qué hacer. Dice que se le hizo un nudo en la garganta y empezó a llorar.

Mamá se quedó en la mecedora, con Nuria en los brazos, viendo cómo Nuria se quedaba dormida.

Fue, cuentan, un día muy largo y angustioso.

—Tuve mucho miedo —recuerda papá y no se avergüenza.

Después presume de lo que hizo mamá:

—Acostó a Nuria y vino a decirme que ya no teníamos tiempo para lamentarnos.

Y siguieron cuidando a Nuria, a mí y a Marta, y aún tuvieron otro hijo, Pablo, que ahora quiere un destornillador para arreglar una cosa que no quiere decir.

Mamá es una mujer muy valiente. Nadie lo diría viéndola freír croquetas.

No es pequeña. Sólo lo parece.


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